La idea inicial[1] era atractiva: construir un manto con 400 paraguas de color rojo que, descontextualizados de su uso al estar suspendidos a cierta altura sobre un nuevo paseo peatonal de la ciudad de Talca, crearía una huella visual en los habitantes de una ciudad en la que no es común ver intervenciones sugerentes en su espacio público. Esta falta de acciones nuevas pareciera ser provocada, en parte, por agentes que dedicados a tipos similares de intervenciones urbanas son más proclives a soluciones ya probadas que a la innovación. A ello podría sumarse el escaso riesgo que aceptan algunas empresas a la hora de encargar o financiar eventos de similares características y, por último, la poca demanda de este tipo de “productos” por parte de la población local. Es, quizás, el estar en una de las regiones menos competitivas del país lo que provoca cierta somnolencia a la hora de crear, encargar o consumir.
Iniciado el Taller de Obra y con 5 semanas de tiempo límite, los 36 alumnos integrantes del equipo[2] desarrollaron tareas paralelas a partir de la idea inicial: se revisaron y probaron propuestas para construir la cubierta de paraguas; se agregó el diseño de un evento[3] que tendría lugar bajo ella; se decidió incluir una exposición fotográfica[4] que diese cuenta de las otras intervenciones[5] que se llevarían a cabo y del trabajo que se realiza en la Escuela; se realizó una gestión intensiva para la obtención de permisos y financiamiento[6]; se diseñó y gestionó una pequeña estrategia comunicacional y de marketing[7] que asegurase la concurrencia de público. Como todo proceso basado en ensayo y error, el avance no fue lineal, situación que por cierto permitió poner a prueba, entre otras cosas, la capacidad de resilencia del equipo, la autogestión del trabajo, el replanteo del diseño y de sus tareas y el cambio en las estrategias de captación de financiamiento[8].
Ya con un plazo acotado, la intensa experiencia adquirida durante el proceso, el tiempo en contra y con escasos lugares idóneos para intervenir[9], se decidió dar mayor importancia a la autonomía formal, espacial, programática, estructural y constructiva de la propuesta. Esta medida, que nació como respuesta a la incertidumbre de su ubicación final[10], exigió ser más precisos y asertivos en la fase final del proceso de diseño: la respuesta a lo transitorio del evento[11] sería la ligereza visual, estructural y material; la indeterminación de su ubicación final llevó a insistir en una forma que pudiese tener cabida en cualquiera de los lugares previstos[12]; la velocidad con que tenía que ser montado y desmontado[13] llevó a la búsqueda de la simpleza estructural y a la introducción de soluciones ligadas a la mecánica; la prohibición de dañar o alterar el lugar asignado impulsó a concebir un estructura que solucionase por sí misma su estabilidad.[14]
El diseño ganó así una cualidad no evidenciada hasta ese momento: ser su propia máquina de construcción. Las torres de andamios, utilizadas para dar altura a la cubierta, se usaron como grúas que permitieron izar el conjunto [15] y, ante la imposibilidad de alterar el suelo para fundarlas, se dispuso en cada una de ellas el peso necesario para evitar su volcamiento[16]. A su vez la estructura de cubierta fue construida con cuerda de polipropileno que, con el uso de diversos nudos, dio solución a las uniones, fijaciones y regulación de tensión que exigía el diseño estructural propuesto por el equipo a cargo de esa tarea. Esta decisión permitió utilizar cables y piezas de acero en los puntos estrictamente necesarios[17].
Durante 62 horas esta huella visual fue parte del paisaje urbano. Su cualidad aérea, inmaterial y ligera, sumada a la distribución de las actividades en diferentes horas del día, dio como resultado un panorama siempre cambiante, híbrido e intenso. El tiempo y la reflexión permitirán verificar cuales componentes de esta acción urbana son los que incidieron en la creación de la huella y cuáles son las partes volátiles a la memoria, condición a la que está expuesto un espectáculo como éste.
Iniciado el Taller de Obra y con 5 semanas de tiempo límite, los 36 alumnos integrantes del equipo[2] desarrollaron tareas paralelas a partir de la idea inicial: se revisaron y probaron propuestas para construir la cubierta de paraguas; se agregó el diseño de un evento[3] que tendría lugar bajo ella; se decidió incluir una exposición fotográfica[4] que diese cuenta de las otras intervenciones[5] que se llevarían a cabo y del trabajo que se realiza en la Escuela; se realizó una gestión intensiva para la obtención de permisos y financiamiento[6]; se diseñó y gestionó una pequeña estrategia comunicacional y de marketing[7] que asegurase la concurrencia de público. Como todo proceso basado en ensayo y error, el avance no fue lineal, situación que por cierto permitió poner a prueba, entre otras cosas, la capacidad de resilencia del equipo, la autogestión del trabajo, el replanteo del diseño y de sus tareas y el cambio en las estrategias de captación de financiamiento[8].
Ya con un plazo acotado, la intensa experiencia adquirida durante el proceso, el tiempo en contra y con escasos lugares idóneos para intervenir[9], se decidió dar mayor importancia a la autonomía formal, espacial, programática, estructural y constructiva de la propuesta. Esta medida, que nació como respuesta a la incertidumbre de su ubicación final[10], exigió ser más precisos y asertivos en la fase final del proceso de diseño: la respuesta a lo transitorio del evento[11] sería la ligereza visual, estructural y material; la indeterminación de su ubicación final llevó a insistir en una forma que pudiese tener cabida en cualquiera de los lugares previstos[12]; la velocidad con que tenía que ser montado y desmontado[13] llevó a la búsqueda de la simpleza estructural y a la introducción de soluciones ligadas a la mecánica; la prohibición de dañar o alterar el lugar asignado impulsó a concebir un estructura que solucionase por sí misma su estabilidad.[14]
El diseño ganó así una cualidad no evidenciada hasta ese momento: ser su propia máquina de construcción. Las torres de andamios, utilizadas para dar altura a la cubierta, se usaron como grúas que permitieron izar el conjunto [15] y, ante la imposibilidad de alterar el suelo para fundarlas, se dispuso en cada una de ellas el peso necesario para evitar su volcamiento[16]. A su vez la estructura de cubierta fue construida con cuerda de polipropileno que, con el uso de diversos nudos, dio solución a las uniones, fijaciones y regulación de tensión que exigía el diseño estructural propuesto por el equipo a cargo de esa tarea. Esta decisión permitió utilizar cables y piezas de acero en los puntos estrictamente necesarios[17].
Durante 62 horas esta huella visual fue parte del paisaje urbano. Su cualidad aérea, inmaterial y ligera, sumada a la distribución de las actividades en diferentes horas del día, dio como resultado un panorama siempre cambiante, híbrido e intenso. El tiempo y la reflexión permitirán verificar cuales componentes de esta acción urbana son los que incidieron en la creación de la huella y cuáles son las partes volátiles a la memoria, condición a la que está expuesto un espectáculo como éste.
me parecio genial esta instalacion, ojala quede asi de cool las nuestras.
ResponderEliminarMAJO MUCHAS GRACIAS POR COMPARTIR ESTA INSTALACIÓN, ME PARECE UN FABULOSO EJEMPLO DE LOS QUE PODEMOS LOGRAR!!
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